Para aquel entonces, este ingeniero estadounidense dedicaba parte de su tiempo libre (a pesar de que trabajaba en una empresa haciendo revestimientos para mesas) a realizar ensayos y pruebas con fotopolímetro. La principal particularidad de este producto es que con una cantidad de luz ultravioleta, el líquido pasaba a ser sólido. Con este método, Hall realizaba códigos y después lo transformaba en la realidad.
No fue hasta el año 1986 cuando Chuck registroó su diseño y creó su propia empresa. El ingeniero confiaba plenamente en que su invención tendría resultado; y no se equivocó. Estoy seguro que no imaginó que años más tarde su herramienta serviría en muchos campos de la actualidad:
- Ingeniería industrial.
- Automoción.
- Medicina.
- Construcción.
Las impresoras 3D han servido a la sociedad en gran medida y lo seguirán haciendo cada vez más.